Madres trabajadoras: el motor silencioso de la educación en Yucatán

El corazón invisible que sostiene las aulas

Cada mañana, cuando la mayoría aún acomoda su rutina, hay mujeres que ya llevan un día de trabajo sobre sus hombros. No solo son madres, también son pilares de la administración pública. En el marco del Día de la Madre, la Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de Yucatán (SEGEY) realizó un homenaje emotivo para reconocer a aquellas que logran el equilibrio entre la maternidad y su vocación laboral.

La palabra clave «madres trabajadoras» guía esta historia, que no solo es una celebración puntual, sino un recordatorio de que detrás de cada servicio educativo eficiente hay mujeres que dan más de lo que se ve.

Homenaje en el Siglo XXI: Un reconocimiento que trasciende flores y discursos

Un acto simbólico con fondo profundo

El Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI fue el escenario donde decenas de madres trabajadoras de SEGEY recibieron un reconocimiento cargado de simbolismo. Wendy Méndez Naal, Presidenta Honoraria del DIF Yucatán, junto con el titular de la SEGEY, Juan Enrique Balam Várguez, encabezaron un evento que fue más que un gesto protocolario.

Ambos coincidieron en que el trabajo de estas mujeres no solo es funcional, sino transformador.

“Son mujeres que nos inspiran y los cimientos de la transformación educativa”, expresó Méndez Naal.

La afirmación no es ligera. Habla del rol esencial que desempeñan estas mujeres en el mantenimiento, organización y desarrollo del sistema educativo yucateco.

El doble turno de la vida: madres, trabajadoras, heroínas

El desafío constante de equilibrar dos mundos

Ser madre y ser trabajadora pública no son roles fáciles de combinar. Las madres de SEGEY no solo gestionan archivos, agendas o trámites: también ayudan a construir políticas educativas, administran recursos y resuelven problemas logísticos. Y todo eso, mientras piensan en la comida de sus hijos, las tareas escolares o los cuidados diarios.

Este homenaje rescata una verdad invisibilizada: la carga mental y emocional que conlleva ser mujer en espacios laborales intensos y exigentes, sin renunciar al cuidado del hogar.

Wendy Méndez Naal: voz de gratitud y admiración

Palabras que visibilizan

Durante su intervención, Méndez Naal no solo entregó reconocimientos, sino que construyó un discurso poderoso sobre el papel de la mujer en la transformación del estado. Reconoció que el motor de cambio no está únicamente en las reformas o planes, sino en las personas.

“Gracias por hacer posible el renacer de nuestro estado con su esfuerzo, trabajo y compromiso incansable”.

Estas palabras, dichas frente a mujeres que rara vez suben al podio, otorgaron visibilidad a un grupo humano cuya labor suele quedarse en la sombra.

Juan Enrique Balam Várguez: construir futuro desde la empatía

Más que un mensaje institucional

El titular de SEGEY también dedicó unas palabras que fueron más allá del protocolo. En ellas, resaltó que la transformación educativa no ocurre en abstracto, sino a través de personas comprometidas. Y en este caso, muchas de esas personas son madres.

“Celebrar a las mamás es celebrar la vida misma […] ustedes hacen posible la transformación educativa”.

Este reconocimiento público también funciona como una declaración de principios: la educación necesita cuidados, empatía y entrega, características que muchas veces encarnan las mujeres madres dentro del sistema.

¿Por qué importa reconocer a las madres trabajadoras?

Efecto dominó en la educación

El reconocimiento no solo es un acto simbólico. Tiene efectos concretos:

  • Motiva y dignifica al personal.
  • Fortalece la cultura institucional.
  • Mejora el ambiente laboral.
  • Conecta emocionalmente al personal con su misión.

Cuando las madres trabajadoras se sienten valoradas, su desempeño mejora. Y eso se traduce en un mejor servicio educativo para miles de estudiantes yucatecos.

Madres que transforman desde la trinchera administrativa

No son docentes, pero sin ellas no habría escuela

En la educación se suele hablar de maestros y directivos. Pero hay una capa intermedia indispensable: el personal administrativo. Son quienes hacen que las escuelas tengan material, que los programas se ejecuten, que los pagos lleguen, que los datos se registren.

En SEGEY, una gran parte de ese personal son mujeres, muchas de ellas madres, que hacen un trabajo silencioso, preciso y determinante.

Educación y maternidad: dos formas de cuidar

Parentesco simbólico

Ser madre implica cuidar, formar, guiar. Lo mismo puede decirse del trabajo en educación. Por eso, muchas de estas mujeres no ven su labor como “otro trabajo”, sino como una extensión de su rol como madres, esta vez con miles de hijos simbólicos: los estudiantes del sistema.

Este doble rol no es casualidad: la vocación de cuidado las impulsa en ambas dimensiones.

Cifras que contextualizan

Aunque el evento no brindó cifras específicas, se estima que más del 60% del personal administrativo en instituciones educativas en México está compuesto por mujeres, y una proporción significativa de ellas son madres.

Estos números permiten entender que el reconocimiento no es solo anecdótico, sino una necesidad de justicia institucional para un grupo que históricamente ha sostenido el sistema sin recibir suficiente visibilidad.

¿Qué sigue después del homenaje?

Más allá de los actos simbólicos

Reconocer es el primer paso. Pero el verdadero reto es transformar ese reconocimiento en acciones:

  • Implementar políticas de conciliación laboral y familiar.
  • Crear espacios de lactancia y horarios flexibles.
  • Promover oportunidades de liderazgo para madres trabajadoras.

El homenaje en el Siglo XXI es valioso, pero debe ir acompañado de cambios estructurales que conviertan la gratitud en derechos laborales.

El futuro se escribe con manos de madre

La transformación educativa no es solo una meta política. Es una realidad diaria que construyen cientos de mujeres desde escritorios, pasillos, centros de atención y plataformas administrativas. Madres trabajadoras que, con cada correo enviado o expediente revisado, hacen posible que una niña aprenda a leer o que un joven acceda a una beca.

La próxima vez que pensemos en educación pública, no olvidemos a quienes, además de ser madres en casa, son madres simbólicas de un sistema que también necesita cuidados, disciplina y amor.

¿Y si el futuro de la educación depende precisamente de reconocer —y empoderar— a esas mujeres que ya lo están construyendo en silencio?

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