El ataque contra el precandidato presidencial del Centro Democrático este sábado ha conmovido a Colombia, trayendo de vuelta el recuerdo de una era oscura marcada por asesinatos de aspirantes presidenciales entre 1986 y 1990, un periodo de intensa violencia criminal.
El ataque más reciente y sus ecos del pasado
Este sábado, Miguel Uribe Turbay, precandidato presidencial del Centro Democrático, sufrió un atentado en Bogotá. Los hechos, que aún no son del todo claros según el texto, ocurrieron durante un mítin en un barrio de clase media. Uribe recibió dos disparos de un sicario que, según las autoridades, tiene 15 años. El también senador fue llevado a una clínica cercana, y el atacante fue capturado.
Este intento de asesinato recuerda inmediatamente a los crímenes políticos que sacudieron a Colombia hace 35 años, especialmente durante la campaña previa a las elecciones presidenciales de 1990. En aquel momento, tres candidatos presidenciales fueron asesinados en medio de la violencia criminal.
Una historia de candidatos caídos (1986-1990)
El texto subraya la conexión directa del atentado a Uribe con el asesinato de Luis Carlos Galán.
Luis Carlos Galán: Precandidato presidencial liberal, asesinado en Soacha el 18 de agosto de 1989. El texto lo describe como virtual presidente en ese momento, y su muerte se compara con la de Jorge Eliécer Gaitán en 1948.
Bernardo Jaramillo: Candidato de la izquierdista Unión Patriótica, asesinado en el aeropuerto de Bogotá en marzo de 1990. Su antecesor, Jaime Pardo Leal, también había muerto en 1987. El texto menciona que los paramilitares fueron responsables de la muerte de Jaramillo, aunque se debatió si fueron Escobar o las FARC.
Carlos Pizarro: Quien había llevado a la guerrilla del M-19 a desmovilizarse, fue asesinado al mes siguiente de Jaramillo, en pleno vuelo. El ataque fue perpetrado por un sicario suicida.
Estas muertes, junto a otros actos violentos, configuran la pesadilla que, según el texto, Colombia enfrenta de nuevo.
Consecuencias y figuras del pasado en el presente
El texto rastrea las secuelas de esta violencia:
Juan Manuel Galán, hoy precandidato, hijo mayor de Luis Carlos Galán, designó a César Gaviria como heredero de su padre tras el asesinato de este.
Antonio Navarro Wolff mantuvo al M-19 en la paz, reemplazó a Pizarro y logró una votación significativa.
César Gaviria ganó las elecciones, impulsó una nueva Constitución y venció a Escobar.
Pablo Escobar, líder narcotraficante, murió en 1993. Antes, secuestró a Diana Turbay, periodista y madre de Miguel Uribe Turbay. Diana murió en un intento de rescate cuando su hijo tenía 4 años, la misma edad que hoy tiene el hijo menor del precandidato atacado.
El texto también menciona el asesinato del conservador Álvaro Gómez, candidato en 1990, que ocurrió en 1995.
Hoy, figuras vinculadas a esa historia ocupan espacios públicos o aspiran a ellos. Carlos Fernando Galán, otro hijo de Luis Carlos Galán, es el alcalde de Bogotá. María José Pizarro, hija de Carlos Pizarro, es senadora y precandidata de la izquierda. Ella misma ha señalado el resurgimiento del fantasma de la violencia, afirmando que «esta historia no se puede repetir».
La violencia guerrillera y paramilitar se incrementó después, y sus consecuencias persisten. El narcotráfico sigue siendo poderoso, los grupos armados se multiplican, y el gobierno y la oposición se enfrentan en un choque enconado. El texto concluye que lo que ocurra en las próximas horas será clave para determinar si este sábado marca el inicio o una escalada de un nuevo ciclo de violencia en Colombia.
Lo ocurrido este sábado trae a la memoria un doloroso capítulo de la historia colombiana. La recurrencia de la violencia política plantea interrogantes sobre el futuro del país y si es posible romper definitivamente este ciclo de miedo.
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