La controversia estalló en Jalisco. En un escenario donde la censura y el juicio público se entrelazan con la historia musical de México, Los Alegres del Barranco se ven en el centro de un debate explosivo: ¿reflejo social o apología del crimen? Su palabra, sin filtros, reabre una vieja discusión nacional.
Un género entre el arte y la sospecha
La negativa frontal
«La neta, nunca hemos hecho un corrido por encargo». Con esa frase tajante, Pavel Moreno, voz y líder de la agrupación sinaloense, enfrentó uno de los señalamientos más sensibles que pesan sobre los intérpretes de narcocorridos: componer canciones para personajes del crimen organizado.
Según Moreno, las historias que narran no provienen de la ficción ni de tratos oscuros, sino de la realidad mediática. «Todo se ve en las noticias y de ahí sacamos los datos», dijo, subrayando que su labor es la de un cronista contemporáneo.
Herencia musical, no apología
En la entrevista con Adela Micha, Los Alegres del Barranco defendieron el corrido como una tradición con raíces en la Revolución Mexicana.
«Estamos diciendo lo que pasa. No podemos tapar el sol con un dedo», afirmaron. Para ellos, narrar no es glorificar. Cantar no es alabar.
Las cifras del fenómeno
- Más del 60% de las canciones más escuchadas en el norte del país tienen temáticas relacionadas con el crimen, según datos de plataformas como Spotify y YouTube Music.
- La popularidad de los corridos tumbados y belicones ha crecido un 300% en los últimos tres años.
La doble moral cultural
Narcoseries vs corridos
«Los actores hacen narcoseries con cinco temporadas y nadie los investiga». Esa comparación lanzada por el grupo refleja una queja creciente: la criminalización selectiva de ciertas formas de arte.
Mientras el cine y la televisión construyen antihéroes millonarios, los grupos musicales enfrentan vetos, sanciones y estigmas. Para Los Alegres del Barranco, esta diferencia de trato evidencia una doble moral peligrosa.
Críticas sin contexto
Uno de los integrantes recordó: «A poco el corrido de Laurita Garza no hace apología. Ahí matan a tres personas. Y nadie lo cuestiona». La historia popular mexicana está llena de baladas violentas que hoy son consideradas clásicos.
El trasfondo familiar
Orígenes y valores
«Mi padre es maestro universitario, mi madre también. Crecimos escuchando corridos y ninguno se volvió delincuente», dijo Pavel Moreno, desmontando la idea de que el arte determina el destino moral de quienes lo consumen.
«Los valores se aprenden en casa, no de una canción», añadió. Su postura apunta a una responsabilidad compartida: familias, escuelas, gobiernos.
La contratación: zona gris
«No preguntamos quién nos contrata»
Ante la duda de si han cantado para criminales, Los Alegres del Barranco fueron claros: no lo saben. «Nosotros no vamos preguntando si es maestro, doctor o qué hace. A nosotros nos pagan por tocar».
Explicaron que los contratos suelen gestionarse a través de promotores, lo cual limita su conocimiento sobre el perfil de los clientes.
Entre la censura y la regulación
Las leyes estatales
Jalisco y otros estados han comenzado a legislar contra los corridos en eventos públicos. Frente a esto, la agrupación adopta una postura institucional:
- Respetarán las restricciones locales.
- Donde estén permitidos, seguirán cantando.
Apertura al cambio
«Si supiéramos que los corridos provocan violencia, seríamos los primeros en dejar de cantarlos». Con esa afirmación, Los Alegres del Barranco muestran su disposición a evolucionar.
Participarán en iniciativas como México Canta, promovida por el Gobierno, para componer temas con mensajes positivos.
¿Cronistas o villanos?
En un país fracturado por la violencia, el papel del artista popular está en disputa.
¿Son los corridos un espejo incómodo de la realidad o una llama que aviva el fuego? Los Alegres del Barranco apuestan por la primera opción.
«Si algún día se acaba la violencia, cantaremos de flores y amor. Mientras tanto, cantamos lo que el pueblo vive».