Asesinato de colaboradores de Clara Brugada: un crimen político con sello militar

Una ejecución milimétrica, dos colaboradores cercanos de Clara Brugada asesinados y un sicario con formación de élite. El crimen parece más que una coincidencia: es un mensaje.

Crimen en plena luz: precisión, táctica y mensaje

El 21 de mayo, en una zona transitada de la Ciudad de México, Ximena Guzmán y José Muñoz fueron asesinados con una precisión que ha estremecido a expertos en seguridad. El ataque, frente a una estación del Metro y bajo la mirada de miles de cámaras de vigilancia, fue ejecutado con destreza inusual.

Un tirador con entrenamiento especializado

Gabriel Regino, penalista y profesor en la UNAM, advirtió: «Disparar con una sola mano, con precisión letal, no es propio de un sicario común. Eso requiere entrenamiento militar o policial especializado». Esta afirmación cobra fuerza con el análisis balístico: 12 disparos certeros, con ocho impactos en Ximena y cuatro en José, agrupados en el llamado “triángulo” del parabrisas.

Planeación y vigilancia previa

Carlos Jiménez reveló que el agresor había sido captado días antes del crimen, disfrazado de trabajador, estudiando el punto del ataque. El sicario no disparó hasta que ambas víctimas estuvieron presentes. Ese nivel de espera táctica evidencia una orden precisa: eliminar a ambos al mismo tiempo.

Fuga coordinada y logística sofisticada

La huida se dio mediante vehículos robados y remarcados, y con complicidad operativa: motocicleta, camionetas, rutas alternas. Además, el arma empleada era «limpia» —sin antecedentes—, equipada con silenciador e importada ilegalmente. Todo apunta a una estructura criminal con recursos y objetivos bien definidos.

¿Quién entrena a estos asesinos?

Los especialistas coinciden en algo perturbador: el asesino no es improvisado. Podría tratarse de un exkaibil guatemalteco, un exmilitar colombiano o un elemento entrenado en fuerzas especiales mexicanas. Estos perfiles tienen experiencia en combate urbano, guerra irregular y misiones encubiertas.

Óscar Balderas comparó el crimen con atentados sufridos por figuras como Omar García Harfuch o Ciro Gómez Leyva, donde se presume participación de células con entrenamiento militar.

Fallos en el sistema de videovigilancia

Un punto oscuro del caso es la inoperancia de la cámara del C5 más cercana. Mientras el gobierno afirma que se recuperaron imágenes, periodistas aseguran que la cámara nunca grabó. Otras cámaras presentaron fallas justo en el momento del crimen, lo que sugiere posible sabotaje interno o filtración institucional.

¿Un mensaje político?

Las víctimas no eran figuras públicas de alto perfil, pero sí cercanas a la jefa de Gobierno, Clara Brugada. Su labor era estratégica, no operativa. Para Gabriel Regino, esto indica que el atentado no iba contra ellos como individuos, sino contra el entorno político que representan.

El hecho ocurrió durante la conferencia matutina de Claudia Sheinbaum, lo que podría implicar una sincronización simbólica para generar impacto mediático, como ha ocurrido en crímenes ligados al narco en otras ciudades.

Implicaciones futuras

Este crimen plantea interrogantes inquietantes: ¿quién tiene la capacidad de planear y ejecutar un asesinato así sin dejar rastro? ¿Qué tipo de mensaje busca enviar quien orquestó el ataque? Y sobre todo, ¿cómo responderán las instituciones ante una amenaza que ya no se oculta, sino que actúa con precisión quirúrgica y objetivos políticos?

Más que un crimen, esto parece una declaración de poder. Si los operadores políticos más cercanos a una figura de gobierno pueden ser eliminados con tal profesionalismo, ¿qué significa eso para la democracia y la seguridad en México?

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